Lorca y Chaplin, y un mensaje en común


Más allá de mi amor desbordante por Lorca como artista, está mi admiración por su coherencia infinita, cariñosa pero firme, entre sus valores y su accionar. 

Este discurso fue pronunciado en ocasión de la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal  en un pequeño pueblo de Granada, pero Federico recorría su país con sus títeres y la compañía itinerante La Barraca. 

Este discurso, popularizado en las redes, es de hace casi cien años, y mantiene una vigencia dramáticamente tremenda.

Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

El resaltado en azul de este párrafo es mío. Y si miro mi publicación anterior, referente al capital cultural, sinceramente me honra estar de acuerdo nada menos que con Lorca, acerca de lo que la reivindicación de la cultura significa para la dignidad del ser humano.

En estos tiempos tecnocratizados, en que se ha logrado domesticarnos muy bien, todos hemos caído en la obediencia debida a un imperativo absurdamente categórico: el de llevar un celular encima, sin el cual casi parecería que no tenemos entidad alguna como seres humanos.

La falsa necesidad de portación de celulares ya ganó la guerra contra el sentido común.

Ya tenemos instalado el chip de que no se puede volver atrás en esto. Y tal vez no se pueda. Lo que evidentemente sí se puede, es persuadir, de casi cualquier cosa que se transforme en norma social.

Sin embargo nuestra capacidad de imaginar mundos diferentes no ha sido estimulada adecuadamente en un mundo regido por la televisión, los informativos, la reiteración de las mismas noticias, todo lo cual, -en modo semejante a un algoritmo-, nos esclaviza forzándonos, -en forma tan sutil que llegue a parecerse lo más posible a una elección-, a consumir más de lo mismo que ya tenemos, que ya deseamos, que ya conocemos.

Modalidades siniestras de adiestrar conciencias, presentes en todos los tiempos, y acaso más refinadas con el devenir de los mismos.

Cuanto mayor sea la cantidad, mayor será la ilusión de elección.

Si tenemos mucha pero mucha información, nos creeremos más libres que con menos, pero de mayor calidad.

Si tenemos muchas radios, muchas frecuencias de FM para elegir, más libres nos sentiremos, aunque, claro está, esto nos lleve a elegir, -como ocurre en la medicina contemporánea predominante-, la hiper-especialización de las radios en un sólo género musical.

Estamos proveyéndonos siempre el mismo menú en diferentes restaurantes.

Esa es la opción con que se busca marearnos.

Una parte de ese mareo es la obligación de pensar la vida de una o dos maneras, por lo general antagónicas entre sí.

Esas maneras de concebir la vida llevarán a profesar una o dos ideologías, también antagónicas, en que la fabricación de enemigos y la lucha contra ellos sea la clave dominante.

En esa clave dominante está a su vez inscripto el valor del dinero de un modo bastante anómalo, ya que si bien para todos parece ser lo más importante, en unos esa importancia se basa en su justa distribución mientras en otros se manifestará en la libertad de hacerlo crecer y de poseerlo sólo para sí.

En unos y en otros, este valor del dinero será el justificativo de la lucha entre liberalismo y socialismo, en sus variantes más democráticas tanto como en las más aberrantes y extremas. Esta guerra se manifestará al extremo de que por defender el derecho de todos al dinero en proporciones igualitarias se llegue a desconocer la libertad humana, y de que por defender la libertad humana de portar todo el dinero que se desee, se llegue a desconocer el hambre humana y la dignidad como condición de la misma.

Y así venimos estando.

El menú de la Cultura humana es un menú amplio, variopinto, que provee variedad de nutrientes, formas, colores y sabores, impidiendo así la muerte por aburrimiento, adormecimiento, y apoltronamiento en un sólo lugar del organismo viviente, cosa que por lo que vamos sabiendo, es el peor enemigo de la salud. Los lugares comunes, - por apelar a un término común en las artes-, suelen ser sitios de saturación, de presencia y hacinamiento que terminan obturando la circulación de las cosas.

Así en el cuerpo como en el alma.

A mayor gimnasia mental, anímica y espiritual, mayor riqueza interna, mayor entrenamiento para mirar desde distintos puntos de vista, para admirarse con la diversidad del paisaje, a veces uno solo, un mismo paisaje visto desde diferentes miradores.

Aceptar nuestra hermosa diversidad es algo que sucede fácilmente y con naturalidad si uno tiene acceso a la cultura africana como a la de la América profunda, y la de todos los continentes, del mismo modo que si uno puede acceder a diversidades sonoras, literarias, poéticas, danzantes, teatrales, filosóficas, y todas las subvariedades y especies derivadas.

Si en cambio uno sólo tiene acceso a un ángulo de enfoque, a un solo género musical, y así con todo, es mucho más probable el embrutecimiento del ser humano. Ese embrutecimiento que tanto se asocia entre gente "civilizada" a otros modos exóticos de vida, a veces es mucho mayor entre quienes sólo cuentan con un televisor, una computadora y un celular en la mano para hacer frente al ocio que queda después de agotadoras jornadas en trabajos poco significativos y extenuantes, y no me refiero sólo a los mal pagos.

Muchas veces podremos apreciar más sensibilidad y originalidad en gente con la imaginación más libre y estimulada por el contacto con la naturaleza, aunque esto tampoco es garantía de lo antedicho en las condiciones actuales de un mundo capaz de lograr con eficiencia que los mensajes globales lleguen,-lamentablemente- como un dogma social universal a cada vez más rincones del planeta.

Una buena razón para defender la existencia del dinero es la de permitir la adquisición de bienes necesarios, y garantizar que no haya un solo hambriento en el planeta tierra, cosa que no se ha logrado, sobrando las posibilidades para hacerlo. Otras buenas razones, son las de garantizar el vestido, la vivienda digna, el acceso a la educación y a la salud de todos los habitantes del planeta tierra, cosa que tampoco se ha logrado, aunque se vean avances.

La usura promueve otros "valores", y supongo que el éxito que tiene debe encontrar eco en el profundo vacío interior que busca llenarse siempre desde afuera, desde el comienzo de los tiempos, y ahí es donde el dinero, el acceso a los bienes "caros" se convierte en símbolo, en poder, en sustituto de las carencias profundas. Tal como lo describía Orson Wells en El ciudadano Kane, morir pronunciando la palabra Rosebud después de haber vivido una vida lujosamente infeliz, no pareciera ser algo apetecible. Ahí, en ese lugar en que el poder del dinero es sustituto de la legítima felicidad humilde de lanzarse en trineo por una cuesta nevada, es donde entran todos los sistemas de "relleno" (poder, consumismo, droga, etc) a hacerse su enero, generando violencia a través de la desigualdad, esa desigualdad demasiado desigual que genera que alguien mate por un par de zapatillas caras que simbolizan la felicidad o algo así.

Aunque ya lo diga Charles Chaplin en su discurso memorable de 1940, en el final de la película El gran dictador, "en este mundo hay sitio para todos, la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas."

Esa maravilla de discurso pronunciado en caliente, desnuda la Codicia, de la que tan poco se habla, como veneno generalizado. Y también habla de lo que el budismo denominaría "bondad esencial", cuando dice "Tenemos que ayudarnos unos a otros, los seres humanos somos así, queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados, no queremos odiar ni despreciar a nadie."

Sin embargo, en economía, nadie habla de estas cosas. Ni en economía, ni en la vida cotidiana, en la que nos han acostumbrado, y nos hemos dejado acostumbrar muy fácilmente, a justificar las enormes ganancias de algunas personas que hacen las cosas muy bien, y por hacerlas tan bien, ganan como para comprarse una isla, palacios y mansiones, y atesorar muchísimo más que lo necesario y demasiado más que lo que debería permitirse, en un mundo en que otras personas que hacen su tarea muy pero muy bien no pueden llegar a fin de mes, y otros muchos se mueren en el camino sin saber siquiera cuál era la tarea que mejor podían hacer. Y por cierto que no tengo nada en contra de Julia Roberts o de Messi, pero sí de toda la parafernalia de la que se nutre un mundo que nos permite deleitarnos con el espectáculo de la acumulación indebida.

Del otro lado, quienes muchas veces comenzaron combatiendo la usura, terminan negando la libertad de disentir contra la linda máquina de iguales en serie, todos con la panza llena y el corazón infeliz, iguales en serie que lograron tan bien tanto el nazismo como el stalinismo, gente que piensa y vive igual, al servicio de un monstruo unívoco que ejerce poder y condena a muerte al diferente.

"Con la promesa de esas cosas las fieras alcanzaron el poder, pero mintieron; no han cumplido sus promesas, ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres solo ellos, pero esclavizan al pueblo.", nos dice Chaplin en ese discurso final.

La libertad que algunos promueven hoy, bajo la consigna de matar al socialismo y a la casta política,- paradójicamente a través de la vía democrática por excelencia que son las elecciones de nuestros representantes políticos-,  esa libertad de mercado que avanza en contra de toda cultura, es una libertad vacía, una libertad que sólo se rellena con dinero, y por supuesto con locura y prejuicios, que son el único componente no material de esa posición tan pero tan parecida al extremo nazi, el cual logró efectivamente ese bienestar económico que ansiaba el pueblo alemán, pero a costa de extirparle el alma. Por eso su empeño en destruir ministerios, y sobre todo el de Educación.

Medio pan y un libro, dice Lorca, advirtiendo tempranamente el riesgo autoritario y reduccionista de la República en España. "Máquinas al servicio de Estado", nos dice con claridad.   

Es sabida la alternancia aburridamente ciega que se da entre las violencias y agravios de un signo y las violencias y agravios del signo contrario. Pero no aprendemos, pareciera ser.

El ser humano necesita disfrutar de otros goces además de poder comer, necesita gozar de "todos los frutos del espíritu humano", nos dice Federico. 

Y yo creo, - y no sólo yo, por suerte-, que un ser humano sin hambre, en contacto con la naturaleza y en contacto con la cultura, bien puede convertirse en un ser humano bastante feliz y realizado.

Y en el caso de que sus primeros años hayan sido difíciles, o aún muy difíciles y traumáticos, si esa persona tuvo contacto con la naturaleza, algo bueno habrá podido oír en la voz del viento, y si tuvo acceso a la cultura, todos los hombres y mujeres que lo precedieron habrán estado cantándole, conmoviendo sus emociones en sonidos musicales, y hablándole a su alma en voces escritas que le transmitirán desde lo profundo del tiempo esa chispa que la familia de origen no haya prodigado.

La cultura es luz para un pueblo que como bien dice Lorca, la necesita junto a la fe. La antorcha que ilumina el camino, la luna que no alumbra fácticamente y nada más, según el mágico decir de Yupanqui, otro inmenso poeta.

Esa luna que no es un "nada más", sino un algo más muy significativo para el humano, ya que simboliza el mensaje de todos los mundos que no conoce, y a la vez, el mensaje multiplicado de todos quienes, -mirando hacia arriba-, la han convertido en poema.

Ningún antídoto mejor contra la mala suerte, contra la miseria moral, contra el fanatismo.

Cultura, sí. Natura y Cultura.

Medio pan y un libro.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

UN GRITO DE ALERTA: ERNESTO SÁBATO CIENTÍFICO

Godzila presidente, o de cómo darle de comer a un monstruo

EL CAPITAL CULTURAL COMO AMENAZA, parte I